El cinturón verde del CMBdel legendario boxeador El Púas lució en el piso, sobre una tela barata, puesto a la venta con otros objetos de los tiempos de oro, en una feria de Lagunilla y quien los vendía era el mismo dueño, aquel peleador, ídolo del boxeo mexicano, el Púas Rubén Olivares, el hombre de los 89 triunfos, de los 79 nocauts, de las 13 peleas de campeonato, aquel que fue al Salón de la Fama del boxeo, el mismo que tuvo aciertos en el ring y errores abajo, el ídolo de carne y hueso, el que hizo lanzar puñetazos al aire al pueblo mexicano, cada vez que festejaba uno de sus triunfos más grandes, publicó Sparring Mundial.
Antes de que Julio César Chávez naciera como leyenda, Olivares ya era un hombre popular y exitoso, bajo el entrenamiento de Cuyo Hernández. Fue campeón gallo y pluma, y su pegada se volvió sentencia de muerte en el cuadrilátero, mientras sus éxitos forjaban una fama eterna. Tenía estilo; atacaba con ráfagas asfixiantes, sabía retroceder justo a tiempo, y su gancho zurdo al cuerpo infundía temor. A pesar de haberse convertido en un ídolo de multitudes, la vida le arrebató todo lo que construyó, en parte por su propia indisciplina. Sus combates contra Chucho Castillo, Efrén “Alacrán” Torres, Rafael Herrera, Bobby Chacón, Eusebio Pedroza, David Kotey y Alexis Argüello se recuerdan como gestas heroicas. En aquella pelea contra Argüello, iba ganando en las tarjetas, pero se enfrascó en el intercambio y en el round 13 cayó noqueado.
El Púas Olivares, el hombre que una vez conquistó el mundo con sus puños, buscó vender sus cinturones para saldar deudas. Pero lo que él aportó a la historia del boxeo, eso, jamás podrá ser arrebatado.